GEOGRAFÍA






En el estado Falcón, en Paraguaná, al penetrar las vías de carretera de oro negro de Santa Ana, Pueblo Nuevo o Punto Fijo, se puede llegar a la comunidad de Moruy, protegida por el guardián paraguanero: cerro Santa Ana. https://www.google.co.ve/maps/dir/11.3944045,-69.6942971/Escuela+Primaria+Bolivariana+Moruy,+Moruy+4149,+Falc%C3%B3n/@11.7674095,-70.1129664,93684m/data=!3m1!1e3!4m9!4m8!1m1!4e1!1m5!1m1!1s0x8e85bc43f3c79901:0xa0ca428f63940613!2m2!1d-69.984308!2d11.8230384!

La parroquia en cuestión, afamada gracias a la película “El pez que fuma” del cineasta Román Chalbaud (1977), corresponde geográficamente a la península de Paraguaná, municipio Falcón, parroquia Moruy; ubicado aproximadamente a 5,75 Kms de Santa Ana (municipio Falcón) y 15,52 Kms de Pueblo Nuevo (Falcón), a 76 metros sobre el nivel del mar, limitando actualmente, por el este con la parroquia Santa Ana, al oeste con  Yabuquiva y El Taparo , al norte con Buena Vista y Adaure y al sur con Santa Ana.

 

Península de Paraguaná, Fuente: http://www.oarval.org/SEclpssp.htm




Durante ese recorrido, que no alcanza los treinta minutos de vía, si se va en vehículo de motor, se puede observar al Cerro Santa Ana, con sus 86 kms de altura, referente único en medio de tanta llanura y costa. 



Cortesía: Numa García


Bordearlo es darse el lujo de poder observar una vegetación xerófita, tipo cactáceas donde se entremezclan con el cují, el yabo, la sividigua y eventuales gotas de oro que salpican, según la temporada, ciertas zonas, con el falso araguaney paraguanero, irrumpiendo con su dorado colorido, la monotonía cromática del verdor. Las zonas menos agraciadas, se plagan de pequeños rastrojos, buches y tunas, merodeados por la verdolaga y ciertas gramíneas inespecíficas que dejan ver lo calcitroso de los suelos, empalidecidos por el tiempo.

Silente, moteado por las grises y blanquecinas nubes, el cerro de Santa Ana tiene como antesala en el ascenso de turistas y parroquianos, a la comunidad de Tierra Blanca, sector lleno de miseria y esperanzas, donde los chicos retozan y cazan iguanas. Ella le permite, al caminante, recorrer el ascenso, por caminos de tierra, no asfaltados, hechos por el continuo paso de sus habitantes y la mansedumbre de los animales, en medio de espinoso bosque xerófito.

Sus ladera vestidas de grises cantos de roca y tela hecha del verdor de los cujisales que allí abundan, producto de la generosidad de la sequía de siempre, ha sido testigo del ir y venir del tiempo y su gente; de sus secretos y amoríos en el picacho y de las historias de aparecidos durante el recorrido en su ascenso, el cual, en la medida que se acercan a la planicie, descubre, el visitante, la gama de trajes verde-botánica que tiene guardado, el cerro Santa Ana: Guardián eterno de Moruy y Santa Ana.

Cortesía: Dalida Stacchiotti

Hacia él se dirigen los habitantes de Moruy en procura de alguna fruta de temporada, como la del rico mamón y cotoperí que surge en medio de lo increíble o el dato o la lefaria, gratitud del cardonal, hacia el viajero que asciende sus laderas

 Estudiantes de la EB Moruy  exploran las laderas del Cerro Santa Ana
Cortesía: Mariany Seco

Fuera de él, mas nada se eleva. Los vientos alisios, juegan con las formas al peinar a los cujíes, llevando sus ondas de este a oeste. Todo es rutina menos las imperfecciones de las vías, donde los caminos de tierra se acercan a besar a la vía negra del progreso, pidiendo permiso para comunicar  a sus parroquianos.

El calor agobia y lo saben los cujíes…el calor asfixia y los animales lo sienten, porque las cabras y chivos se citan a lo largo de las paredes de las casas de barro que casi se extinguen por el paso de la modernidad que los esclaviza. Las lagartijas, sucumben ante la sed y corren a esconderse entre matorrales y las piedras. El hombre se resguarda en las casa hechas de barro o bajo cualquier sombra que le brinde un cují o simplemente convocan a una tertulia sin paledonia ni café apanelado, que otrora sería la costumbre consabida para una bienvenida junto a una silla de cardón que apacigüe el cansancio...

A lo lejos, los pobladores de Moruy, transitan las calles y carreteras a la falta de un transporte público que los lleve a su destino. Los burros dejaron de ser adorno de la fauna paraguanera. Llevan las caras largas producto de un cansancio del cual se acostumbraron repentinamente. Tienen aún en sus rostros, vestigio de la mansedumbre de los jirajaras y arawak, población originaria, asentada en épocas remotas en Santa Ana y Moruy. Otros rostros se confunden por la mixtura de genes europeos y africanos. Todos son iguales a pesar de las diferencias. Muchos trabajan la tierra hasta hacerla parir, en contra de la sequía eterna, con ricos melones, pimentones y cucurbitáceas, mientras merma por el abigeato, la cría caprina. El resto, busca en la capital del municipio Carirubana, el sustento con su trabajo ilusionados hasta hace poco, por intentar “pegar” en la petrolera, que no es más que el Complejo Refinador Paraguaná, antes Amuay y Cardón y mucho más allá: Shell Oil Co. y Creole Oil Co., fuente de trabajo esclavizador de una globalización impuesta por el desarrollo que nunca vieron sus ojos, llenos de campo y ruralidad

Las Carmelitas, La Bomba, San Antonio, Chamberí, CANTV, El Cardenal, Tierra Blanca, San Nicolás, Los Olivos, El Puente y la Plaza son los sectores populares que conforman la unidad territorial de Moruy. Ellas se enlazan desde una perimetral con arterias a veces asfaltadas otras repletas de polvo, sudor y piedras hechas por el lento caminar del imbatible tiempo. Cada una con una historia en particular, pero unidas en una sola celebración de Locos

Cortesía: Daci Segovia

¡ Moruy es un  dormitorio para muchos de sus pobladores!.

Hay quienes, dedicados a la educación, se encargan de dirigir el futuro de muchos niños y adolescentes, desde los tres centros educativos existentes, ubicados en una línea perimetral que los conduce a Chamberí, cuna de los Locos de Moruy.

Un Liceo, un Centro de Educación Inicial, una Primaria. Esta última, cuenta una historia de amor de “Maca” la famosa Doña Blanca Morón de Irausquín, a quien su esposo le construyó una escuela, para que no viajara diariamente hasta Buena Vista y estuviese cerca de su hogar, en tiempos donde las distancias eran eternas y el transporte era con bestias o en escasos vehículos, cuyos dueños eran los privilegiados y pudientes de la época.



Esc. Boliv. Moruy. Cortesía: Dálida Stacchiotti

 

Moruy, aún conserva una organización colonial que ha trascendido en el tiempo: Su plaza Bolívar, sedienta de la sombra de los árboles que otrora tuvo y testigo del acontecer de los Locos de Moruy, cada 28 de Diciembre, es resguardada por un puesto policial y su Registro Civil. En sus alrededores, el asentamiento de viviendas y comercios que conservan, en su mayoría, estructuras que delatan tiempos coloniales, a través de sus tejas de medias aguas y  sus fachadas frontales “tipo caritas”, como así la han denominado el saber popular, por tener similitud con la cara humana (los ojos son las ventanas y la puerta una boca). A pocos metros, detrás de la Iglesia San Nicolás de Bari, se halla un Centro Cultural y Artesanal, donde las hermosas muñequeras de Moruy así como las dulceras, hacen gala de sus oficios, cosiendo locos y locainas para el turista que visita, cultura que llevan a las escuelas y a otras comunidades, colocando en alto el nombre y el gentilicio de Moruy.



 
La tecnología también es huésped en ese centro, a través de un INFOCENTRO.

Las Tres Bolas, se exhibe en esa adyacencia, al paso de quien viene de Punto Fijo y es casi un alto obligado, para degustar las empanadas y arepas rellenas de variados sabores gastronómico, que aún, a pesar de los embates económicos que atraviesa el país, subsiste y curiosamente, más adelante, se despliegan centros turísticos y familiar de La Hija y La Madre, que dejan entre ver, el disfrute nocturno y las fiestas sabatinas que con cierta frecuencia se realizaban y que para la fiesta de Los Locos, abren sus puertas al deseo y al placer de la bebida y la comida, en medio de amigos y familiares.

Todo ello, tributa a reconocer su fundación, la cual oficialmente data del año 1746, cuando se erige como parroquia, separándose de Santa Ana. Separación autorizada por el Obispo Juan García Abadiano. Estas tierras, habían sido adquiridas por la Corona Española en el año de 1594 por Don Alonso Arias, para ese entonces, Gobernador de Venezuela (1600-1602) y sus herederos la trocaron más tarde por las de Cayerúa, en posesión de los Caquetíos, instalados allí desde el año de 1621.

Según lo refleja el cronista Brett (1971), Moruy, junto a Santa Ana, eran las únicas milicias de protección que tenía la península de Paraguaná, en época colonial. Esta región de indígenas caquetíos, libres de tributos, se convertía en el primer curato más antiguo de la península, pero que luego pierde su supremacía, debido a un brote de viruela, que permite el traslado del curato a Santa Ana,  de acuerdo a lo afirmado por el obispo Martí. (Estévez,) Esta comunidad, según consta en los escritos de Monseñor Mariano Martí, era ante sus ojos,  una comunidad llena de enredos debido al  libertinaje imperante.



Iglesia San Nicolás de Bari-Moruy Cortesía: Centro de Historia de Paraguaná


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